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Durante dos años, Isaacson fue la sombra de Musk, asistió a sus reuniones, recorrió juntos sus fábricas, y pasó horas entrevistándolo a él, a su familia, amigos, compañeros y adversarios. El resultado es un relato íntimo y revelador, repleto de historias asombrosas, triunfos y perturbaciones, que aborda la pregunta: ¿son los demonios que mueven a Musk también lo que se necesita para impulsar la innovación y el progreso?
Cuando Elon Musk era un niño en Sudáfrica, sufría a menudo acoso escolar. Un día un grupo de niños lo empujó por unas escaleras de hormigón y le patearon hasta que su cara se hinchó como una pelota. Pasó una semana en el hospital. Pero las cicatrices físicas fueron insignificantes comparadas con las emocionales, las que le había causado su padre, un canalla, ingeniero carismático y fantasioso. Cuando Elon llegó a casa tras ser dado de alta del hospital, su padre le reprendió. «Tuve que escucharlo durante una hora mientras me gritaba, me llamaba idiota y me decía que era un inútil», recuerda.
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Durante dos años, Isaacson fue la sombra de Musk, asistió a sus reuniones, recorrió juntos sus fábricas, y pasó horas entrevistándolo a él, a su familia, amigos, compañeros y adversarios. El resultado es un relato íntimo y revelador, repleto de historias asombrosas, triunfos y perturbaciones, que aborda la pregunta: ¿son los demonios que mueven a Musk también lo que se necesita para impulsar la innovación y el progreso?
Cuando Elon Musk era un niño en Sudáfrica, sufría a menudo acoso escolar. Un día un grupo de niños lo empujó por unas escaleras de hormigón y le patearon hasta que su cara se hinchó como una pelota. Pasó una semana en el hospital. Pero las cicatrices físicas fueron insignificantes comparadas con las emocionales, las que le había causado su padre, un canalla, ingeniero carismático y fantasioso. Cuando Elon llegó a casa tras ser dado de alta del hospital, su padre le reprendió. «Tuve que escucharlo durante una hora mientras me gritaba, me llamaba idiota y me decía que era un inútil», recuerda.
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Durante dos años, Isaacson fue la sombra de Musk, asistió a sus reuniones, recorrió juntos sus fábricas, y pasó horas entrevistándolo a él, a su familia, amigos, compañeros y adversarios. El resultado es un relato íntimo y revelador, repleto de historias asombrosas, triunfos y perturbaciones, que aborda la pregunta: ¿son los demonios que mueven a Musk también lo que se necesita para impulsar la innovación y el progreso?
Cuando Elon Musk era un niño en Sudáfrica, sufría a menudo acoso escolar. Un día un grupo de niños lo empujó por unas escaleras de hormigón y le patearon hasta que su cara se hinchó como una pelota. Pasó una semana en el hospital. Pero las cicatrices físicas fueron insignificantes comparadas con las emocionales, las que le había causado su padre, un canalla, ingeniero carismático y fantasioso. Cuando Elon llegó a casa tras ser dado de alta del hospital, su padre le reprendió. «Tuve que escucharlo durante una hora mientras me gritaba, me llamaba idiota y me decía que era un inútil», recuerda.
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