Miguel Hernández (1910-1942) es con todo merecimiento uno de los epígonos de la llamada Generación de 1927 y por su fondo angustiado y patético con todas las decepciones humanas y todos los pesimismos sociales, un poeta de la muerte y de extraños fatalismo. Tosco y sencillo, lleno de eternos contenidos aprendidos en una infancia desvalida y agrias experiencias en la lucha por la vida. Su poesía posee ecos de Unamuno y Antonio Machado, influido también por Garcilaso, Góngora, Quevedo y San Juan de la Cruz. Sorprende la corrección de sus sonetos de un pesimismo lastimero, de un angustiado sentir de ser herido que lastima con dolor todos sus temas. Sin perder la hondura característica de apasionado poeta quiebra en el aire de cancioncilla, en ocasiones, toda la fuerza amorosa de su corazón triste y desalentado. Recomendado del librero.