En 1956, Julien Gracq termina una novela en la que llevaba inmerso tres años y que vería la luz póstumamente en 2014. La obra, ambientada en una época imprecisa -acaso la Edad Media- y en un reino asediado que está llegando a su fin, es una metáfora de la Ocupación.
«Cuando rememoro la época en que se acababa mi juventud, nada me parece más opresivo, más perturbador, que el recuerdo de los meses en que maduraba, sin comprenderlo aún, la resolución de la guerra de 1914…» El protagonista de El rey Cophetua, un soldado sin nombre que resultó herido en la Batalla de Flandes, inicia El rey Cophetua al rememorar el otoño de 1917 en Francia, justo antes de que la guerra llegase a su final. Es el día de Todos los Santos. Mientras el personaje viaja desde París a Braye-la-Foret para visitar a un viejo amigo, Nueil, evoca todos sus recuerdos de la guerra, los bombardeos y el dolor. Entretanto, piensa en su amigo: se pregunta por qué lo habrá llamado y, al mismo tiempo, desea verlo.